sábado, 27 de junio de 2009

La longitud de los brazos

No sé disfrutar del camino. Me obsesiono con llegar. Me cuesta un mundo plantearme pequeños y realistas objetivos que poder poner en marcha. Me pierdo en los supra-objetivos, en el marco diferencial, en el contexto general, la idea abstracta, inconcretizable, desdibujada. Así no hay quien abarque, no me dan los brazos.

Quizás así sería más fácil ser feliz, comprobando que los pasos van en una dirección y no viendo como el tren te lleva por vías que no elijes, al menos de forma activa, aunque tampoco rechazas, esperando que algo o alguien dé un alto en el camino, un cambio de rumbo, una parada en seco, lo que sea.

Lo peor de no disfrutar los caminos es que alcanzar la meta suele ser poco satisfactorio, te quedas vacío, sin punto hacia el que correr, perdido sin saber qué hacer, miras a tu alrededor, y ahora?

Correr sin rumbo, deprisa, muy deprisa, con los brazos abiertos, intentando que quepa un mundo entero en ellos.....qué bien te sientes cuando haces eso siendo un niño.......tengo que ponerme el vestido de los corazones verdes e irme a correr al campo, a ver si así me crecen los brazos

martes, 16 de junio de 2009

Ventanas vacías

Me ha venido a la memoria un amor de verano que tuve hace muchos años. Fue un amor a distancia. Nos separaban unos 30 o 40 metros. Mi ventana daba a un lado del cuadrado virtual que formaba la zona común de la piscina y la de él a la otra.

Todos los días, después de cenar, nos asomábamos cada uno a nuestra ventana y estábamos así, mirándonos, un montón de tiempo, a veces horas. En una mancomunidad de 11 portales, con 5 plantas y unos 4 pisos por planta estaba claro que nos habiamos encontrado el uno al otro, y no hacía falta más. Yo le ponía diálogos a nuestros encuentros, intenciones, contextos...Siempre he tenido una imaginación muy caprichosa, me pregunto en qué pensaría él.

Por el día no le veía nunca, quizás porque en su lado del edificio daba el sol hasta tarde y casi siempre bajaban las persianas. Así que solo le veía por las noches, mirándonos el uno al otro en ese mar de ventanas vacías, sin decir nada, sin hacer nada